jueves, 20 de junio de 2013

Ustedes

Tú dime, pedazo del todo
Tú dime como ser valiente
Tú que te has animado a ser,
y vibras entre los cántaros de tu carne,
entusiasmando como un sol,
mientras te extiendes en miríadas de pasos.



Navegante de la existencia,
vagabundo celeste,
gimoteando entre las estrellas,
¿entiendes qué dicen sus luces?
Ojos en el firmamento que insisten en mirarnos.
El aliento de sus almas, viaja en sus rayos,
y nos penetra, nos incluye,
rompiendo la separación de eras,
desmintiendo a los millones de años,
que nos han distanciado.
Caricias de brazos lejanos,
que nos recuerdan quienes fuimos, quienes seremos,
mientras el tiempo rueda, se inventa.

Tú dime, dulce cedro antiguo,
estaca de verdosas cabelleras,
soldado de la contemplación.
Dime si es verdad que todo lo que se ha separado,
lo ha hecho sólo, para unirse después.
Dime si la muerte es el mito entre los vivos,
y detrás de ellos, una copa eterna
que no hace más que cambiar los mismos contenidos.

Tú muchacha, peregrina en el templo oscuro,
embriagada de destino,
flameando y buscando más,
animándote a subir la velocidad,
en la carretera del Ser.
Dime si puedo participar contigo en este instante infinito,
mientras sostengo tu mano cándida y sincera,
mientras que mirar tus ojos es levantar vuelo,
abriendo el cielo,
despojando cadenas de antiguas creencias de un yo absoluto.
Dime si es posible que en este segundo,
lo mío sea tuyo y lo tuyo sea mío,
y que el peso detrás nuestro,
sea un río turbulento,
que observamos pasar,
mientras reímos juntas en la orilla.

¡Ustedes, díganme! Personajes del sueño,
invitados de Dios,
fieles, creyentes, leales, insistentes,
piezas mágicas del infinito crujiente.
Díganme que este malecón por el cuál se asomó la vida,
es digno de esperanza.
Que todo el vértigo que me provoca mirar la inmensidad del mar,
es mi amuleto, mi morada en construcción,
mi deber de transmutación.
Y díganme, que ustedes, señales en el abismo,
pájaros de buen augurio,
estarán allí de nuevo,
en el gran principio,
en el gran final.