sábado, 26 de enero de 2013

¿Perdón?

Perdón por ser insistente
Insistente en la melancolía y en el terror
Perdón por no ser creativa y crédula de la veracidad de estas tierras
Perdón, por ver y entender, que sus dominios se me desvanecen como arena de sueños entre los puños cerrados (que también, están hechos de sueños)
Perdón por no esmerarme e intentar pasar, por los pasillos angostos que gobiernan las esfinges, por tenerle tanto temor a la impiedad de sus miradas, repletas de mandatos de castidad, que no puedo cumplir por mis estigmas, por mis leyes. ( la leve conciencia de mortalidad, que te convierte en cobarde y en guerrero hedonista de la supervivencia)
Perdón por no poder dejar de embriagarme de manzanos, de locura roja, de pulpa envenenada, de gusanos, de presagios de muerte, de estrellas diminutas de sexo lejano.
Perdón por tanta volcanidad mental, que inunda y convierte en hogueras, las ciudades que me circundan (las ciudades son ustedes)
Perdón por ser tan egoísta, y no poder transformarme, siendo consecuente y sensible al amor que me une a ellos (a ustedes, a los otros, heraldos invisibles de mi encarnación)
Perdón por no creer ardientemente en el amor que me une a ellos, por no confiarles mi sangre y la fuerza impregnada en mis entrañas, y deliberar entonces aquella fuerza, solamente a salvarlos de mis delirios y de mis prisiones de hipnóticas sensaciones de eternidad.
Perdón porque mis delirios sean los timones sin bisagras, sin dioses guías, sin augurios olímpicos.
Perdón porque, para mi devastado entender, sentir y percibir, la suavidad del pétalo rosado lozano, tenga un valor menos privilegiado, que el ímpetu de la puntiaguda espina, déspota de las regiones que he poblado hasta ahora.
Perdón por no poder salpicar de encanto estos pasadizos que abrió la vida, chorreados de emociones crujientes y vidriadas como lágrimas eternas.
Perdón, por la incapacidad,  por la duda, por los cuestionamientos como cargas de desecho industrial, (obreras soy de mi alma), que atascan y oscurecen, la mirada anónima del horizonte, que quizás promete con sus juegos de luces, mejores caricias, mejores cantos, campos, frutos de tolerable o extático sabor.
Por no poder aplicar notas de belleza, en el estruendo de la orquesta existencial.
Perdón, mi balanza, funciona mal, estos platillos, perdieron la concavidad de la fe.
Pido perdón de nuevo por no haber podido caer en las garras del amor, por haber espantado a los veleros de Venus, que arribaban con tesoros a estas costas. Por la humillación y el rechazo que les concedí.
Perdón por haberme quedado atada en las orillas, en un suspiro, mirando el cielo de ascensión imposible.
Perdón, por la falta de ternura, por el olvido de la luna, por el desprecio al sol.
Por haberme perdido en los bosques de comercio sensual, y bocanadas febriles de placer. Así olvidé al amor, y a vos.
Perdón por tanto vino, y por tantas pastillas. Por las posesiones del arcano XV, por haber sido vocera de su violencia y de su necesidad espectral.
Perdón de nuevo, por no haberme acordado de quien eras, la noche siguiente que estuviste acá. ¿Es que de todos modos no ves, que no recuerdo, en que raíces, están aferradas, estas ramas quebradizas, este otoño infinito?
Ahora soy yo, ese velero, que busca costas libres de desamor, libres de rechazo. Pero la moneda es lanzada una y otra vez, y no siempre, cae con la misma cara, y no siempre, el destino, vibra en la misma nota ( la excelencia de la orquesta, no lo permitiría). Ahora soy yo. Un mendigo en la montaña de hielo, despoblada, inhabitable y muda. Ahora soy yo, creeme, y está bien, aunque yo, no me sienta para nada bien, asxifiada en estos pañuelos de seda.
 Es tiempo de siembra de látigos, es tiempo de arder en el interior de la semilla, una que planté, cuando te dejé entre la frialdad del alero, conectado directamente, con el cordón intravenoso ( intraespiritual) de la soledad.
Es ese tiempo de deuda, no me cabe duda, y pido perdón, aunque no me salve, aunque la redención, sea un ocaso posible, en un alba de mil años.
Perdón, otra vez perdón por no poder cambiar, por quererlo y no quererlo, por no saber si miento.

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