lunes, 14 de enero de 2013

El laberinto primordial

Tiene los ojos abiertos en el laberinto vertical. Está cayendo por la pregunta que no acepta ser respuesta. Está mirando al espejo que no acepta ser reflejo. Se siente prisionero en estos pasillos de la nada. Aterrizó en la encarnación como la amnesia de una estrella que murió. Trituró la esencia con las mandíbulas del afán salvaje, con los delirios y los gritos de su bosque de carne que no querían callar. Las criaturas tienen hambre cuando la luna es adoración. Sus dientes de arena, eran un espejismo de oro. Una tentación en el desierto del deseo. Una ilusión óptica en el brillo de la manzana. Una tentación roja, sabrosa.
La fantasía fue arrancada de los suelos de realidad. El paraíso de nieve de algodón y sillones de nube, se fueron por la autopista del recuerdo, como un silbido que revela un pasado invisible, nostálgico, imposible.
 ¿Y cómo resistir temiendo a su sangre? ¿Y cómo reunirla con corazón rebelde?
La senda, ha obligado al coraje, le ha negado la inercia. El águila se ha perdido entre las montañas, se ha quedado sin guía. El corazón ha quedado solo con los tambores de sus latidos. El guerrero ha olvidado su nombre. Los valles se convirtieron en carcajadas, en burlas cósmicas, en destierro. El guerrero ha olvidado su nombre, pero no le han arrancado el corazón. Su brújula bombea en dirección a un camino, mientras su mente, (grillete de flores de ideas, desprende pétalos muertos) belicosa y desconfiada, desahuciada, le entrega su destino. Ahora si, sólo le queda su sangre.

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