martes, 29 de enero de 2013

Crisálidas

Yo ya no soy vos
Me desperté acá, y la cama, ya no era más de carne
Quedaban sólo restos de pelaje seco, como una alfombra de polvo
Como un tapiz de recuerdos, un bordado de silencios
Levanté a mis manos como a espejos, para reconocerme en ellas
Eran las manos de un feto, todavía flotaban, en un globo onírico de alimento
Y me pregunté, si los límites de esta tierra embarrada en sueños,
¿no eran acaso ese horizonte al cuál me arrastraban los vientos, el aliento del dragón nodal?
Esos vientos sacudieron al recién nacido para ver si respiraba (si conspiraba)
Quizás demasiado, quizás lo maltrataron, quizás, era necesario el rigor, para avanzar.

Soy una extranjera sin memoria de su origen, y los objetos de mi mochila, aparentan estar desahuaciados de historias, no revelan vivencias de pasados peregrinajes. Son frascos de neblina sin sabores ni aromas viejos, sólo ocupan espacio, sólo existen.
Aterrizaje forzado, el Sol me obligó a ser Centauro.
Y viajé tanto por esos rayos, que mis ojos, quedaron como ruedas, girando y girando.
Y conocí a tantos en esas vueltas, que desprendí una triza de mi en cada contacto, y la dejé con ellos.
Mi espíritu es un alma de mil hogares, dividida, explosión de identidades
Oceánides madres e hijas, me guardan en sus coronas de burbujas, de mares y edades lejanas.
Aún así, yo conservé mi corazón en una copa (siempre hay una Reina leal como consorte, que extirpa su propia vida, por custodiarlo) y por estoy acá, visible, aún corpórea.
Pero mi cara, nunca dejó de ser gris
Y mis reflejos, nunca dejaron de ser espasmos de estrellas tristes, de estrellas que recuerdan su muerte.
¿Será por eso que brillan tanto en el cielo?
¿Es quizás su brillo, un temblor de súplicas de eternidad, un pedido de auxilio en la vastedad del universo -taciturno por la extensión de sus longitudes-?

Amada estrella, Crisálidas de Hidrógeno, las mariposas de Helio no van a poder salvarte.
No van a poder volar tan lejos, como para arrancarte de tu futuro crepúsculo en la nebulosa de mil colores, el increíble espectáculo, de un final.
No vas a poder negarnos, la belleza de tu muerte, aunque aletees de luz, buscando flores, y buscando hogar, buscando, volver a nacer.
Tu peregrinaje, que acabará algún día, habrá dejado el clivaje de tu ímpetu, recorriendo y creando surcos en el laberinto de Ser (no hay dudas, que yo misma soy un suspiro, de tus intenciones)
Y tu vida, que quizás fue tuya, cuando se convierta en muerte, será nuestra, será de todos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario