lunes, 24 de diciembre de 2012

El mimo en el laberinto

Quisieras reciclar tu vida. Llegaste a ese peldaño movedizo que te enseñó que a veces es demasiado tarde. Que siempre es demasiado tarde para intentar hacerle trampa al destino. El misterio confluye desde lugares desconocidos, y te arrastra a nuevos lugares desconocidos. Al final, todo es un desconocimiento total. Al final, ¿quién es uno? Más que un agrimensor del fabuloso misterio de imposible masticación racional. Un humilde velero de inocentes colores, fetales colores, limpios, rosados de mamífero confiado, lechosos adormecidos, calor y sangre. Suavidad en la áspera inmensidad. Piel sin escamas, belleza pintada por siglos de costosa evolución. El ingenió se fue puliendo. Confianza en el ahora, jerarquía del ahora, ¿acaso conozco otra cosa? Tiranía de la conciencia adherida a una pasta magnética de tiempo. ¿Es esta la fuerza que el movimiento universal necesita? ¿Es este aliento húmedo y confundido que puede dar mi visceral existencia? Espíritu compungido por deseos, retorcido y agazapado bajo los mármoles de las montañas del destino. Estoy conjugándome con las agujas del reloj de Saturno, que trae vientos de cambio y de quiebres, de nacimientos y muertes. Camino por los funerales, mientras escucho los gritos del nacido. Todos lloran durante esos ritos, todos se olvidan de si mismos, para abanicar al misterio que se alza frente a la saturación de sus conciencias. Se han rebalzado, se han rendido, ahora lloran. Ahora mendigan con sus lágrimas, un poco de razón y de tazones de olvido. Otra vez, piden la leche caliente, que de efecto adormeciente, les haga olvidar de donde venimos. Creemos un lecho, en donde poder tirarnos a descansar, a chupar nutrientes, a embriagarnos en un batido lunar, de ojos cerrados y de aire acuoso, burbújas que masajeen el terror, amodrazarlo y silenciarlo. Hasta que otra vez, una mano extraña, nos arranque de este lugar. ¿Nos arrojará a otro? ¿Existe algo más que este imperio de sabor, deseo y dolor? La respuesta, siempre es un mimo, un laberinto de blancos y negros, un tablero en tres dimensiones, y que me hace confundir y que me hace olvidar, lo que he preguntado. La respuesta, está frente al espejo de la pregunta. Me costará darme cuenta. Quizás nunca. Quizás ese no darse cuenta, es la eternidad desdoblándose para siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario