sábado, 15 de diciembre de 2012

Trueque


Fui abriendo archivos en las nubes, fui amotinando ideas en cursos de agua sin suelo. Yo confié en todo lo que hacía,  yo necesité, necesité confiar. No me importo extraviarme de la realidad mirando mariposas en el aire, me sedujeron los colores, modelando en la forma… Quise seducir yo también… Intenté entusiasmarlas con la plusvalía humana de mi voluntad. No me importó sojuzgar sus buenos ánimos. Su buena predisposición y su creencia fueron la red que las amotinó en el calvario de mis manos hechas cadenas de ferroso capricho.
Yo también fui feliz así, yo jugué con el lado inocente de las  circunstancias.  Me tape los ojos con vendas de psicofármacos, trozos de inconciencia medida en laboratorio, electroshock de rayos pintados con sutilidad ilusionista mercantilista. Me disfracé con lo que ofrecían sus sugerencias. Interpreté los papeles usando de escenarios a sus instituciones, teatros de ambientación cautivante. Roles de realidad. Hicimos simbiosis, trueque de mi fe y tu ambición, trueque de tu fe y mi ambición. Danza de espejos desproporcionados, me pregunto si alguna vez me tocaste, ¿alguna vez te toqué? Juzgaste mi silencio, te enloqueció… quizá no podías encontrarte en la incertidumbre que delineaba la cerradura de mi libertad. Dialogamos igual. Pero la última vez que lo hicimos yo no pude encomendarme más a tus letras. De mis ojos se desprendió el cristal que los embaucaba con la fluidez de su dialéctica. Se cayó al océano, se perdió en la atrocidad de sus leyes. Mi inocencia es esa tabla de madera gastada que todavía flota entre sus últimas palabras… y que todavía interpreto… me tientan de brindarle la gravitación de mi complacencia. Me fugo, me voy de esta apatía visceral que urge de algún lugar inexplorado de mi conmoción. Me caigo con el cargamento de mis decisiones, con el énfasis que frustra a la duda, que la injuria de deseo.
Éxodo de insistentes recuerdos... en tu peregrinación voy bordeando al pantano, engañando al vértigo con la sublimación del diluvio que se desató por mirar su fondo invisible. Ahora los cuadros relatados por el horror de tus colores despóticos, se desplomaron en el aljibe que depura a sus presas con el agua de lluvia, préstamo del cielo. Me quedé mirándolos.

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