sábado, 15 de octubre de 2011

Aldea Hoguera


La inclemencia del instante aquel que condena a la paz, y la vuelve invisible de la conciencia, que fija irradia en altavoces el dolor del alma. No sé en realidad si la palabra correcta es el alma. No me suena factible ni poético que el alma duela. Si el alma duele entonces todo es mucho más invariable de lo que creemos cuando creemos en dioses y conceptos supremos. El Alma es un concepto supremo. Me está doliendo el momento, me está doliendo la transformación, las astillas que se desprenden de los huesos que maltraté mientras estuve distraída en el entretiempo de la vida. Aúlla la carne entonces, que mensajera de mí destino me advierte veneno derramado por inconstancia de amor. Yo sigo flameando crédula, ilusa y traicionada, las sutilizas que los humanos que quise me bordaron en mis estandartes. Me abandono por el dolor, me cierro a la comprensión en ese momento contemplativo y religioso. Me veo reflejada en todos los demonios que se les ocurra cruzan este altar. Todos son bienvenidos a traer los espejos con los marcos más bonitos, pero con los más horrorosos reflejos. Mis lágrimas proclaman libertadores. Mis sueños hacen propaganda estética e intentan derrocar al oficialismo fraudulento que esta a punto de quebrar. Necesito invocar el poder de la alquimia. Necesito materializar a mis esperanzas. Necesito saber que quizá sea una mentira más... como lo son hoy las que alguna vez militaron en el pasado estremeciéndose con la maravilla que adelantaba la mejor propuesta.

En este momento en donde tengo que derribar los acolchonados parthenones por el fracaso que impone el tiempo, es cuando más vuelvo a creer, por el poder de los ciclos, en el nuevo proyecto arquitectónico. Y ¿cómo empezar a construirlo...que consejos utilizar, a que voces escuchar, a que voces silenciar? ¿mas natural? ¿Más sofisticado? ¿Aplicando ciencia o aplicando intuición? Y mientras uno tiene que hacerse todas esas preguntas en lo único que la mente se pierde es en los posibles revoques que quedarían bien. Pero la sustancia no sabemos que es... no sabemos como formarla, no sabemos como combinarla. Perdida entre esas sutilizas troncales de la vida que encadena mis decisiones a la violencia de las caídas. ¿Podré encontrar la raíz de la ortiga que vuelve a engañarme con la inocencia apariencia de su pelaje envenenado? Necesito cortarla cuando me hiere, porque solo en ese momento puedo vencer el éxtasis que me provoca su seducción. Ojala tu veneno me encandilara tanto como tu esplendor. Pero al final asumo que tu veneno es tu esplendor... y que brilla en la promesa de asesinarme sin relatármelo con espanto... Yo no puedo no sentirme estúpida frente a tal proposición. No puedo no enamorarme. Creo entonces con desmesura que no voy a estar sola en mis reflexiones más profundas y constantes. Que voy a perpetuarte ahí conmigo, como una madre perpetua a su hijo mientras sus necesidades le pertenecen. Y yo creo que tus desechos me pertenecen. Y creo feliz que me necesitas para estropearme, para embellecer tu aldea, para estructurarla en el diagrama emperador de que la obra final de la supervivencia justifica la apatía que necesitan los medios para ser efectivos. Todo se reduce a que soy una súbita de tu imperio, y soy la embajadora de tus cloacas, la consejera de tu conciencia inmutable, lo insondable en tu compasión, la esperanza polar en tu mar de fuego.

Espero poder alejarme de ahí, corriendo en una noche, y no importa que no haya luna y que entonces su mirada no me acompañe. Quiero romperme en tus idealizaciones y escapar en el estruendo caótico. Quiero que tu conciencia no me persiga y me convenza otra vez más de que ese es el mejor lugar y que no sería noble escapar de los designios que nos precedieron.

Entonces me marcho de acá mientras el cataclismo devuelve las formas a sus víctimas. Me marcho y dejo en tu carne los criterios que más te convinieron. Te dejo la pluma, la tinta y la hoja. Te dejo tu fuerza, tu amor y tu destino. Te dejo la esperanza de volverme a encontrar, escrita en el acantilado de una nueva poesía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario