lunes, 31 de octubre de 2011
Yo, mi principal intrusa
sábado, 15 de octubre de 2011
Espada de la Razón
Constelada por los diamantes de la memoria
Ellos tienen luz propia
Ellos aprendieron a brillar
Les presto mi destino como a un espejo
Para que no olviden sus designios
Independientes de mi, se desprenden seres
Que usaron a mi carne para crecer
Que agotaron el abono de la existencia que me creó
Sólo me dejaron sus cuentos
Los veo despedirse, les tengo que decir adiós
Me cuesta dejarlos ir, ahora de qué me voy a jactar?
Sino tengo a mis espectros, no puedo expandirme
Ellos me colman los abismos con gritos de desesperación
Hay vida, yo encuentro vida en su dolor
Me pierdo del silencio de lo cabal entre sus voces
La música abre horizontes de tristeza
El día no abre los candados de la nostalgia
Exige muerte, exige desinterés
El tiempo nunca espera los caprichos del corazón
se vuelve riguroso y apasionado
Los sollozos son secados con el viento que espera a otras lágrimas
Pero voy a usar a mi mente como a una espada
En retaguardia voy a defender a mi dolor
y voy a escapar, voy a escapar lejos
aunque la muleta del pasado se oxida por la espontaneidad
Puedo caerme, voy a caerme
Salgo corriendo de acá, llego allá
La ley viaja conmigo, está insertada en algún eslabón
perdido por la influencia del principio que anarquiza
Ahora visito nuevos rostros resplandecientes de ilusiones
Ahora me contagio nuevas pestes, nuevos diagramas para enfermar a la mente
El camino hacia la muerte vuelve a empezar
Ahora puedo dudar en paz
Engendrar el misterio que impulsa
a la flecha del sentido
No sé donde me va a encontrar.
La Luna Incómoda
Me perdí en el vendaval del ingenio, de los cauces de ríos perdidos, de los sueños heridos, resentidos.
Me perdí en mares batidos por los rayos del raciocinio. Se crearon oleajes de comunicación confusa, de emocionalidad efusiva.
Me perdí en campos sembrados de Sol amarillo, de miedos por el castigo que nuestro padre impondría con sequías. Me dio miedo su capacidad de tomas decisiones sin escucharme, sin verme. Me dio miedo ser yo quien lo veía por completo, enseguecida por la soberbía de sus rayos. Ojalá no viera nada, pensaba. La conciencia se vuelve una aguja encerrada entre los huesos del cráneo, condenada a la oscuridad.
Fui tan locuaz de mis pesadillas, las deje tomar el camino.
Ahora todo fue destruido, todo quedó con un maullido de fondo que no deja pasar al tiempo, gatos melancólicos en los tejados que el tiempo despintó.
Mis historias se inmolan en mi corazón, se disuelven antes de hacerse palabras.
Pero aun así me esfuerzo y busco verbalizar, busco entonar vocales y consonantes. Sueño con poder afinar ese instrumento emocional, sueño con hacerlo sonar en algún altar de la contemplación. Pero cuando llega la hora de actuar las palabras se me despedazan en la boca, saltan como lava volcánica, se asesinan una a la otra, se vuelven incoherentes, niegan su familiaridad. No esperan a la fotografía del recuerdo. No buscan puntería, solo buscan el impulso de salir. No hay posibilidad de centrarse en la búsqueda de dirección. La confianza se devora a si misma entre tanta necesidad. Confianza y necesidad no son buenas compañeras para dar a luz a las ideas. La confianza necesita un campo abierto para desperdigarse como lluvia de semillas, meteoritos de esperanza que no temen destruirse con los impactos de nuevos mundos; la necesidad se vuelve precavida, implora colchones de endometrio para rozarse en el calor de la sangre que trae el oxigeno de cada día, no quiere mundos inexplorados a los cuales someterse con la posibilidad de extraviar su función que le da identidad. Así en esa transferencia de temores una le cohíbe a la otra su quimera, la vuelve realista, le aniquila su esencia que la mantiene con vida, con conciencia expansiva. La realidad aparece cuando otro aparece con los límites de sus propias fantasías. Y la perversidad de la utilidad de la existencia sigue dejando murmuros de optimismo, de chispa vital, la guía que nos ilumina el techo del infierno, para que podamos seguir el camino y adentrarnos cada vez más en él.
Flecha Extraviada
Una flecha me apunta desde algún lugar. Puedo intuir cómo, pero no cuando va a llegar. En esa dulce escalofriante espera encuentro macromundos en la desesperación. ¿Tendrá la punta de aquella flecha que logro divisar con mi alcance contaminado, el filo necesario para penetrar lo que quiero resguardar? ¿Podrá matarme esa flecha? ¿Que lugar de mi matara? Me entusiasma la idea y entonces en ese entusiasmo surge el valor para crear todo lo que conforma a una vida. Voy incorporando a mi básico entender que esa flecha es la brújula de mi destino. Entro en el fulgor de una conciencia que encuentra sentido. Pero mi sentido está invertido, viene de lo externo, mi centro no está en mí. Entonces, si el programador de mi búsqueda se encuentra afuera, como puedo yo gobernar lo que me pasa, como puedo apoderarme de mi dolor para repudiarlo y evitar su ociosa permanencia. No puedo. Me río ante tal afirmación... me río al ver que todas las estrellas están complotadas mirándome hasta el fin de mis días, en un regocijo eterno por mi padecer. Panópticos dementes que rodean a una sola prisionera de su insuficiente luz.
Entonces aquel día, llega en contingencia aquella flecha condenada. Se funde en mi cuerpo fusionando intenciones, ampliando mundos por la combinación.
Ay lisiada arquera atacada ¿como renunciar a tu sagrado puesto? ¿Como entregar tu núcleo y dejarlo fundir en el universo?
Mi flecha no impacta más que en mi misma, mi flecha me confunde, me ataca, me prohíbe. Ni siquiera yo disparo mi flecha. Quizá ni siquiera sea mía, quizá ninguna de mi acciones sea mía. Quizás tenga que aceptarlo, pero seguramente nunca lo acepte y siga en el embestimiento voraz con un universo que no respeta mi momento, que celoso se interpone, para mostrar su imperioso poderío. Aceptar algo así, es perderse en lo caótico de los inicios, es desperdiciar la oportunidad de nacer, es la cobardía de quien se funde en la compasión con todas las cosas, quien no puede hacer frente, afirmándose a si mismo frente a un padre pervertido que te ventajea en la dualidad que crean.
Aldea Hoguera
La inclemencia del instante aquel que condena a la paz, y la vuelve invisible de la conciencia, que fija irradia en altavoces el dolor del alma. No sé en realidad si la palabra correcta es el alma. No me suena factible ni poético que el alma duela. Si el alma duele entonces todo es mucho más invariable de lo que creemos cuando creemos en dioses y conceptos supremos. El Alma es un concepto supremo. Me está doliendo el momento, me está doliendo la transformación, las astillas que se desprenden de los huesos que maltraté mientras estuve distraída en el entretiempo de la vida. Aúlla la carne entonces, que mensajera de mí destino me advierte veneno derramado por inconstancia de amor. Yo sigo flameando crédula, ilusa y traicionada, las sutilizas que los humanos que quise me bordaron en mis estandartes. Me abandono por el dolor, me cierro a la comprensión en ese momento contemplativo y religioso. Me veo reflejada en todos los demonios que se les ocurra cruzan este altar. Todos son bienvenidos a traer los espejos con los marcos más bonitos, pero con los más horrorosos reflejos. Mis lágrimas proclaman libertadores. Mis sueños hacen propaganda estética e intentan derrocar al oficialismo fraudulento que esta a punto de quebrar. Necesito invocar el poder de la alquimia. Necesito materializar a mis esperanzas. Necesito saber que quizá sea una mentira más... como lo son hoy las que alguna vez militaron en el pasado estremeciéndose con la maravilla que adelantaba la mejor propuesta.
En este momento en donde tengo que derribar los acolchonados parthenones por el fracaso que impone el tiempo, es cuando más vuelvo a creer, por el poder de los ciclos, en el nuevo proyecto arquitectónico. Y ¿cómo empezar a construirlo...que consejos utilizar, a que voces escuchar, a que voces silenciar? ¿mas natural? ¿Más sofisticado? ¿Aplicando ciencia o aplicando intuición? Y mientras uno tiene que hacerse todas esas preguntas en lo único que la mente se pierde es en los posibles revoques que quedarían bien. Pero la sustancia no sabemos que es... no sabemos como formarla, no sabemos como combinarla. Perdida entre esas sutilizas troncales de la vida que encadena mis decisiones a la violencia de las caídas. ¿Podré encontrar la raíz de la ortiga que vuelve a engañarme con la inocencia apariencia de su pelaje envenenado? Necesito cortarla cuando me hiere, porque solo en ese momento puedo vencer el éxtasis que me provoca su seducción. Ojala tu veneno me encandilara tanto como tu esplendor. Pero al final asumo que tu veneno es tu esplendor... y que brilla en la promesa de asesinarme sin relatármelo con espanto... Yo no puedo no sentirme estúpida frente a tal proposición. No puedo no enamorarme. Creo entonces con desmesura que no voy a estar sola en mis reflexiones más profundas y constantes. Que voy a perpetuarte ahí conmigo, como una madre perpetua a su hijo mientras sus necesidades le pertenecen. Y yo creo que tus desechos me pertenecen. Y creo feliz que me necesitas para estropearme, para embellecer tu aldea, para estructurarla en el diagrama emperador de que la obra final de la supervivencia justifica la apatía que necesitan los medios para ser efectivos. Todo se reduce a que soy una súbita de tu imperio, y soy la embajadora de tus cloacas, la consejera de tu conciencia inmutable, lo insondable en tu compasión, la esperanza polar en tu mar de fuego.
Espero poder alejarme de ahí, corriendo en una noche, y no importa que no haya luna y que entonces su mirada no me acompañe. Quiero romperme en tus idealizaciones y escapar en el estruendo caótico. Quiero que tu conciencia no me persiga y me convenza otra vez más de que ese es el mejor lugar y que no sería noble escapar de los designios que nos precedieron.
Entonces me marcho de acá mientras el cataclismo devuelve las formas a sus víctimas. Me marcho y dejo en tu carne los criterios que más te convinieron. Te dejo la pluma, la tinta y la hoja. Te dejo tu fuerza, tu amor y tu destino. Te dejo la esperanza de volverme a encontrar, escrita en el acantilado de una nueva poesía.